Todavía

Anoche fui al velorio de un hombre que conocí cuando tenía veinte años y hacía mi servicio social ¿Quién era? Es tangencial, hasta podría decir que no importa. Lo traté poco. Parecía un hombre reservado, noble y de carácter fuerte. Después lo volví a ver porque daba clases en la misma universidad que yo. Nunca cruzamos más que el saludo. Pero ayer por la mañana cuando me enteré de que le había dado un infarto, recordé quién era yo en la época en que lo conocí, y sentí mucha nostalgia, tal vez por eso fui a la funeraria, porque quería ver a su esposa, que siempre me cayó muy bien, y quizá, por qué no, recuperar en la memoria algo de lo perdido de aquellos años, de hace diez, para ser precisa. En ese tiempo hacía mi servicio social en el Centro de Estudios Humanísticos de Aurora Zarzosa y de Cecilia, la esposa del hombre que falleció. Aurora fue la mejor maestra que tuve en la carrera de filosofía, después fue mi amiga, mi consejera, siempre la admiré y la quise muchísimo, y aunque nunca se lo dije, en el fondo me hubiera gustado que ella fuera mi mamá. Ella no lo sabe, o quizá lo supone, pero su cariño fue muy importante para mí, para sanar mis ausencias. Ayer que vi a Cecilia se me vinieron muchos recuerdos encima y me dieron muchas ganas de ver a Aurora, de visitar su casa de cuando vivía en Tampico, de jugar con sus niños, que seguramente ahora serán unos adolescentes, de emprender un proyecto, como aquellos en los que colaboré con el entusiasmo que sólo se puede tener a los veinte. Ya ves, quién nos iba a decir que volveríamos a ver a Cecilia en estas circunstancias, quién nos iba a decir que diez años despues estaríamos todavía aquí.

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