Had I been that person? A child but also an explorer to whom the path is suddenly clear, for whom the vegetation parts—
Louise Glück
Y de pronto parecía que no quedaba nada. Ni el más ligero sonido de cosas que caen.
Una hoja. De un árbol. Por ejemplo. ¿Qué sonido podría aportar? Un minúsculo granizo,
casi de mentiras. De esos que dices: no, qué va, si esto ni granizo es. Un trocito de agua
dura. De mentiras, insisto. Un castillito de latón. Que no pesa y pesa. ¿Qué ruido van a hacer
estas palabras que nadie quiere escuchar? Para qué pronunciarlas si no quedan oídos.
Nadie para decir: mira, te escucho bien. Que ni granizo ni hojas ni tomaduras de pelo. Un teléfono
descompuesto es algo más que un tubito de cartón y dos hilos. Esa manera en que la boca gesticula
para abrir los significantes tendría que valer algo. Una moneda de cincuenta centavos, por lo menos.
Una ranura para insertarla y que alguien, del otro lado, levante una bocina. ¿Pero no te enteraste
que ya nadie llama? ¿Que está prohibido marcar sin poner al tanto?
No te enteraste que ahora las máquinas transcriben las palabras.
Que nadie quiere escuchar.
Pero no te enteraste. No.
Cómo te ibas a enterar.
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