El olvido arroja serpentinas


Con el tiempo me he convertido, entre otras cosas, en lo que nunca quise ser. No tengo prurito en decirlo. Lo bueno de tener treinta años es ese gozoso cinismo con el que uno puede renunciar a ciertas utopías, esa agridulce parsimonia con la que uno acepta sus fracasos. Supongo que cuando perdí mi fe en dios, por añadidura perdí la fe en todo. No lo digo con tristeza ni nostalgia, todo lo contrario, lo asumo con indiferencia, con la apatía de quien mira un extraño habitar dentro de sí mismo. Pero si algún resabio quedaba en mí todavía, era una divisa que había regido toda mi vida: la justicia. Siempre había tratado de hacer lo correcto, no por temor al infierno ni por ganar un cielo prometido, no por amor a un ser supremo ni por amor al prójimo, sino, simple y llanamente por justicia, por sentido del deber. Sé que el devenir de la justicia es un asunto más bien subjetivo y tortuoso, pero he de acotar que traté siempre de estar en el umbral de lo objetivo. Hablo en pasado, es cierto. He perdido ese eje rector. No significa que ahora mi divisa sea la injusticia, no es así. Es sólo que me he vuelto más pragmática, menos idealista. Durante mucho tiempo puse la verdad y la justicia antes que mis intereses personales. Lo hice incluso a costa de mi propia pérdida. La cosa es que ya no estoy dispuesta a hacerlo. Me he despojado de mi última ingenuidad, de mi última inocencia. Todo se ha reducido a escombros. Soy todo lo que nunca quise ser: qué festín de ruinas, qué perversa paz, qué sosegado y qué dulce deambular por las calles del invierno, saciada, dueña al fin de mi rostro verdadero, el más oculto.
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Comentarios

Ramón Mier dijo…
Se puede ser pragmático sin dejar de ser idealista. Soñar con lo perfecto y luchar por lo posible sin sacrificarse y sobre todo sin sacrificar a nadie.

Eres un fín en tí misma y tu única obligación es ser feliz en este mundo.
Irma dijo…
Me encanta ese gozo Mr. Hydedesco. Me alegra oír que te has vuelto más pragmática, pero no dejes de Ser algo que te guste, porque no importa perder la fe en Dios, o la virgencita, o en papá Pitufo (que observé en tu post pasado y me acordé de esas bonitas caricaturas que ahora observo de propaganda socialista y papá Pitufo idéntico al coloso de Tréveris… plática para chelas y añoranzas) o en las otras personas, pero perder la fe en uno mismo está muy cañón.

Te compartiré uno de esos consejos paternos, ahora que pasó mi hermano Julio por acá nos recordó las dulces palabras de mi padre: “Hijos, son dueños de su propio destino, nunca dejen que nadie, ni nada les haga sentir lo contrario; pueden alcanzar lo que se propongan, porque son descendientes directos de ladrones, asesinos, piratas y traidores”.

Mi querida Sarita, aunque no compartimos el mismo abolengo refinado, la idea es la misma: tú decides lo que quieres ser.

Por cierto: Bienvenida a los Cínicos Treintas.
Anónimo dijo…
la felicidad no es el destino, sino el camino... saludos saris :)
sarauribe_26 dijo…
Ramón:

No he dejado de ser idealista por completo, sólo he decidido serlo menos. Y la verdad es que me agrada mucho este cambio, creo que estaba un tanto aburrida de mi misma, de quien había venido siendo todos estos años.


Irma:

haberme convertido en lo que nunca quise ser no significa algo negativo, creo que en mi vida he deseado, he querido ser muchas cosas o de muchas maneras y no siempre lo que he querido ha sido lo mejor para mí, a veces precisamente lo que no he querido, lo que rehusado, es lo que me ha vuelto mejor, más fuerte, más dueña de mí

no he perdido la fe en mí, al contrario, creo que ahora que he descubierto que puedo ser de muchas maneras que antes no me creí capaz, me siento mejor

qué puedo decir, me gusta ser ésta que soy ahora y lo soy, sí porque las circunstancias nos ponen en contextos para elegir, pero definitivamente por decisión propia, es sólo que me doy cuenta de que mis últimas decisiones me alejan de una que pude haber sido, una que yo pensé que quería ser, pero que ahora ya no me funciona, ya me aburre, ya no quiero

gracias por la bienvenida a los treinta, me están sentando muy, pero muy bien

te mando un abrazote


Iris:

saludillos, nos vemos en lo de Carlitos
Anónimo dijo…
no hay duda que las circustacias moldean nuestra existencia. Ante es eso. ¿es vàlido hacer un juicio de valor? si las circunsacias nos moldean.¿en donde entra nuestra liberdad de ser? ¿dependo de algo o de alguien para construir mi ser?.
sarauribe_26 dijo…
Musgo:

Ante las circunstancias y ante cualquier cosa siempre es válido hacer un juicio de valor. Siempre es válido, aunque no siempre es bueno, justo, correcto, certero, adecuado, etc. Por otra parte la identidad depende de la alteridad, siempre somos frente a un otro, para un otro. Definitivamente el solipsismo no es lo nuestro. Con respecto de la libertad, pues aunque parezca que no, siempre podemos elegir, el asunto es que las circunstancias nos ofrecen contextos, opciones, y no siempre son ésas opciones las que nosotros querríamos.