La poesía y el caldo de pollo


No me gusta el caldo de pollo, nunca me ha gustado y no veo por qué tenga que gustarme. Es cierto, varias veces he tenido que comerlo por diversas razones entre las que se pueden mencionar: a) por compromiso y b) porque no tenía otra cosa que comer. Admito que es un alimento que le gusta a muchísimas personas y que contiene numerosos nutrientes que lo ayudan a uno a reponerse cuando está enfermo, pero qué caray, qué le vamos a hacer, no me gusta y estoy plenamente convencida de que nada en el mundo puede hacerme cambiar de parecer, en cuanto doy el primer sorbo siento un asco terrible, de manera que comerlo constituye para mí un verdadero sacrificio.


A lo largo de mi vida la mayoría de la gente que me ha ofrecido caldo de pollo a la hora de la comida ha tratado de persuadirme de lo delicioso que es, de lo saludable y apetitoso que les resulta, desde luego todos sus argumentos no han logrado conmoverme ni por un segundo. Es claro que puedo entender que un platillo que para mí me sabe tan pero tan mal, para ellos sea un suculento manjar, es claro que puedo entenderlo porque el gusto culinario es a final de cuentas algo subjetivo, a unos nos gustan unas cosas y a otros no, así ha sido siempre y nadie hace gran aspaviento por ello.


Precisamente por lo anterior es que no comprendo la insistencia de algunos escritores y/o lectores de poesía, acerca de que a todo mundo le debe de interesar y gustar la poesía. Yo, al contrario de ellos, opino que la poesía como cualquier otra disciplina artística o actividad humana, no es algo que necesariamente deba de gustar a la mayoría de las personas. La poesía es un alimento, eso es verdad, un alimento para la imaginación, la sensibilidad, la inteligencia, la pasión y la memoria, es una manera de ver la vida, de acercarse al mundo, de nombrarlo. Pero, insisto, es un alimento entre otros muchos más que existen en el amplio buffet de posibilidades que nos ofrece nuestra naturaleza humana. Nadie está obligado a que le guste el caldo de pollo y desde luego, nadie está obligado a que le guste la poesía.


He escuchado a escritores y/o lectores de poesía, hablar con tristeza –a veces una tristeza profunda y sincera, a veces una tristeza de fingida, de pose– sobre el deplorable hecho de que existan muy pocos lectores de poesía en el país o en nuestra ciudad. Les parece terrible que a los jóvenes no les interese la poesía y aún mucho más que algunas personas la consideren aburrida. Algunos son indulgentes y tratan más o menos de desentrañar las causas de esta casi nula vinculación con la poesía, pero los demás no tienen el menor cuidado en considerar a todos los que no gustan de la poesía, en el peor de los casos como unos ignorantes y en el mejor como gente insensible, apática e indiferente a los importantes asuntos de la poesía.


Cuántas veces he escuchado el lamento de autonombrados poetas preguntando retóricamente ¿por qué la gente no compra libros de poesía? ¿Por qué la gente no lee? ¿Por qué la gente no asiste a las presentaciones de los libros de poesía? ¿Por qué la gente no acude la las lecturas públicas? Les parece una situación preocupante e indigna, pero, como podrán suponer, las más de las veces no proponen ni hacen nada para remediarlo. Sólo se quejan y se quejan amargamente en cada reunión unos con otros sobre su aciaga suerte y ahí termina todo su ímpetu seudocrítico.


Luego, si finalmente un día la gente asiste a una lectura de poesía, y como yo con el caldo de pollo, por compromiso se sienta a la mesa donde se sirve ese platillo, lo prueba y empieza a hacer gestos, como suelo hacerlo cuando doy el primer sorbo de ese líquido amarillento y desagradable, entonces los autonombrados defensores y/o amantes de la poesía critican el hecho de que a estas personas no les haya gustado su banquete, critican si las personas están platicando, o si están distraídas, o si de plano se levantan sin haber acabado su plato, en fin, estos abanderados de la poesía son cocineros a quienes no les agrada que su sopa de pollo no haya complacido el pusilánime paladar de los comensales.


Se que puede resultar burdo comparar a la poesía con un caldo de pollo, pero igualmente burdo me resulta el afán de forzar a una persona –para que sea considerada imaginativa, perceptiva, inteligente y/o apasionada– a que le guste la poesía. Porque entonces resulta que si la poesía no te agrada eres un ser opaco, insulso, ignorante y naco, entre otras cosas; resulta que si la poesía no te provoca intensas emociones entonces no eres un ser humano que vive en una esfera de espiritualidad y sensibilidad superior a la de los demás; entonces resulta que si no te gusta la poesía eres un ser que pasa dormido por la vida, indigno de ser considerado un ser humano verdaderamente sensitivo.


No podría estar más en desacuerdo con todo lo anterior como lo estoy. La poesía es un platillo más, pruébenlo aunque sea sólo unas pocas veces en su vida, nada más para saber si les va a gustar o no, nada más para comprobar si todos los caldos/poemas, saben igual, a lo mejor con un diferente cocinero/poeta sí les complace. Pruébenlo, y si después de haberlo degustado, deciden que no quieren volver a comerlo más, están en todo su derecho y entonces prueben otros platillos culturales, tomen una cucharadita de danza, o de teatro o de música o de lo que más les llame la atención.


Cuando pienso en estas quejas sobre la falta de lectores y compradores de libros de poesía, pienso en toda la gente que trabaja la mayor parte de sus días, que se levantan temprano, cinco o seis de la mañana, y que llegan de sus trabajos inmensamente cansados a las siete u ocho de la noche, pienso en los hombres y mujeres de las fábricas, de las maquiladoras, pienso en las mamás que luego de trabajar tienen que llegar a sus casas a hacer las labores del hogar, pienso en los que trabajan y estudian, en los conserjes, en las despicadoras, en las empleadas domésticas, en las enfermeras que laboran de noche, en los maestros con doble turno o la gente que tiene varios trabajos para poder salir adelante. Pienso en un hombre humilde al que apenas hace un par de días conocí en una colonia pobre, tenía que firmar un documento y escribió su nombre sobre el papel con su mano gruesa, encallecida por el trabajo, una mano morena de sol y sudor, una mano de pescador que temblaba como si tuviera miedo, un miedo pertinaz al escribir apenas tres palabras. Tengo que confesarles que se me hizo un nudo en la garganta mientras veía a aquel hombre mayor curtido por los años, de gesto adusto, pero a un mismo tiempo sonriente y afable, con esa mano y ese trazo temeroso, como si escribir, como si las palabras, como si su nombre puesto en el papel estuviera tan alejado de él mismo. Cuando lo vi de espaldas mientras caminaba rumbo a la puerta, cuando deambulé por esas calles lodosas y me di cuenta de que la mayoría de las personas usaban ropa de segunda, que las mujeres iban y venían desaliñadas, como si no les importara ya más su aspecto, como si hubiesen perdido la esperanza; cuando reconocí su olor a humo, ese olor tan característico que acompaña a esa gente en particular –si lo han percibido sabrán que si la pobreza tiene olor es precisamente ése– entonces pensé, qué puede importarle a este hombre la puta poesía, qué puede importarle a él y a toda esta gente que necesita comida, ropa, medicinas, zapatos, una casa digna, un futuro justo; no digo que no les pueda atraer la poesía, sólo digo que no podemos exigir que les guste, que les apasione, si les parecen más divertidas las telenovelas o el futbol no es cosa que debamos criticar tan a la ligera.


Me quedé pensando también en todas las becas y recursos que el país gasta en fomentar la poesía, en los premios, en los encuentros de poetas, en las publicaciones que con los impuestos se pagan. Me quedé pensando si de verdad es tan trascendente, tan excelsa la inútil poesía como para que ese dinero no se destine mejor a la asistencia social de la población más pobre. Pensé en lo ridículos y vacíos que resultan todos los libros, todas las lecturas de poesía y todos los poetas, cuando ponen por encima de todo lo demás a la poesía, cuando creen que la poesía es algo verdaderamente importante.

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Originalmente publicado en La Razón

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Comentarios

Ay, Sairta, yo estoy de acuerdo contigo pero a ver cómo te va con este post porque hay gente rete suceptible. Un abrazo
Anónimo dijo…
Concurro con usted, señorita Surimi, y al igual que el adorable esparraguito, creo que este post generará muchas pustulitas. Sobre todo porque muchos de los que asumen todas esas cosas sobre la poesía, son también los mismos que se envuelven en la bandera maniqueísta de los pobres y buenos, y los ricos y malvados. Pero que a la hora de la hora, prefieren que los impuestos se destinen para SU gran ego y no para la gente más necesitada.

Te felicito por este post. Te felicito por tu valentía. Tú, que amas a la poesía, tú, que la escribes, que seas capaz de desligarte de ella con un montón de sensatez.

Además, te faltó algo. No todos los caldos de pollo son iguales. Habrá a quienes les gusten ciertos caldos y otros no. La poesía de alguien me puede parecer buena, y la de otro, abominable, aburrida, chafa, instrascendente. El que alguien guste de la poesía (o de la narrativa, lo que sea) no implica que deba de tener un orgasmo sensorial e intelectual al presenciar una lectura de poesía.
Anónimo dijo…
pude ver a ese hombre y estoy totalemnete de acuerdo en tu form de pensar respecto a este tema q definitivamente generara muchos muchso coemntarios... saludos...
Anónimo dijo…
al leer pude ver ese hombre del que hablaste... esa es la frase correcta...
jrpa2001 dijo…
Vaya, por fin un poco de autocrítica en el a veces superfluo a veces vanidoso a veces narcisista mundo de quienes hacen (o dicen hacer)la literatura. Qué cosas, yo que en mi vida he publicado un libro y a veces escribo uno que otro intento de poesía ya había tenido esas reflexiones hace tiempo (tres, cuatro, cinco años atrás,no lo sé con certeza). Y sin embargo algo de valor tiene la poesía y en sí el ejercicio de escribir que reúne en estos momentos a cientos en Cartagena y a millones nos une de alguna manera en el mundo,¿no crees?.

Ojalá tus pies y los de quienes se sienten reyes y reinas de las letras se sitúen más seguido en la tierra. No es por fastidiar, es que es necesario para que el golpe directo con la realidad no sea tan contundente como fue en tu caso. Eso sí, al menos tú sí tuviste la sensibilidad de sentirlo.Otros y otras se la viven reinando en sus blogs como si otra cosa no existiera.

En cuanto a mí, seguiré escribiendo. "Hay cosas que te ayudan a vivir" dice una letra de Fito Páez.Y eso me ayuda.

Te dejo con Susan Sontag. Te mando un abrazo.

JOAQUIN


"Para mí, la literatura es un llamado, incluso una especie de salvación. Me conecta con un negocio de cerca de 2 mil años de antigüedad. ¿Qué conservamos del pasado? El arte y el pensamiento. Eso es lo que perdura. Eso es lo que continúa alimentando a la gente y les da un idea de algo mejor. Un lugar mejor para albergar los sentimientos o simplemente para contar con el silencio donde uno se puede permitir pensar o sentir. Cosas que para mí son lo mismo”.

SUSAN SONTAG

http://estadis.eluniversal.com.mx/graficos/confabulario/1-enero-05.htm
Ramón Mier dijo…
Sara,

Si la honestidad intelectual fuera un acto de circo, tu texto sería equivalente a un triple salto mortal sin red.

Te felicito sinceramente, pues hace falta valor para escribir algo así a sabiendas de que te llamarán hipócrita porque tu talento te ha abierto las puertas a espacios públicos que a otros les han sido negado.

La fortaleza de tus argumentos es una invitación a que los pusilánimes te reclamen el haber aceptado los múltiples premios y becas que has recibido gracias al mérito de tu trabajo artístico.

No hagas caso de esas voces, pues lo que mueve a esos aspirantes a bufón de la corte es la envidia.
sarauribe_26 dijo…
Hola esparraguito, Liliblum, Iris, Joaquínpeña y Ramón, gracias por sus comentarios:

Es verdad, como dice Joaquín, que la poesía tiene algo de valor, es decir, tiene muchísimo de valor, quienes me conocen un poco más sabrán que este texto no es producto de una primera experiencia frente a la pobreza, no es que yo haya vivido mi vida en una esfera de cristal y ahora sea la primera vez que vea cara a cara la miseria, no, en definitiva no se trata de un desencanto pueril.

No sé si en lo que escribí me supe expresar de la mejor manera, claro que la poesía es importante, en mi vida ha sido un factor decisivo, no sólo la poesía, sino la literatura en sí, pero me quise referir a la poesía porque alrededor de ella y de "los poetas" se teje un aura de misterio y sectarismo muy particular, pero insisto, la poesía y la literatura me hicieron ser lo que soy, ya he dicho antes que los libros fueron mis padres y mi alimento, yo conozco el hambre y la miseria, no ha sido una constante en mi vida, pero durante varios años lo fue, y puedo decir que literalmente la literatura era mi alimento, recuerdo mucho una vez en que no había comido en dos días y tenía muchísima hambre, estaba llorando y mi hermana lo único que pudo hacer para consolarme fue decirme, mira, te voy a leer (en esa época de infancia solíamos leernos mutuamente en voz alta) te voy a leer esta novela y vas a ver cómo se te olvida el hambre. Y fue cierto, mi hermana comenzó a leer y conforme me fuí internando en ese mundo se me olvidó todo.

Cuento esto porque sé que habrá casos como el mío, en que la literatura y/o la poesía puede volverse un alimento espiritual tan vital que llegue a ese grado y que se convierta en algo que te salva y que da sentido a tu vida, en una compañía, en un ejercicio de la imaginación, que posteriormente, con oficio y disciplina puede convertirse en arte, si uno decide avocar todas esas lecturas al ejercicio de la escritura.

Pero esto no quiere decir que las personas de las que hablo, los miles de personas en condiciones de pobreza que existen en nuestro país, tengan y puedan hacer los mismo que hicimos mi hermana y yo y que seguramente muchas otras personas han hecho. Pensar eso sí que sería romántico, porque hay que tomar en cuenta que yo y muchas otras personas seguramente tuvieron otras oportunidades que los ayudaron a salir de esa situación difícil, el punto es que hay muchísima gente que nunca recibe esa oportunidad o que cuando la recibe no sabe cómo sacarle provecho.

Entonces lo que quiero decir es que la poesía y/o la literatura son de hecho muy importantes, pero cuando digo que no son "verdaderamente importantes" lo que quiero afirmar es que hay cosas muchísimo más importantes que la poesía y que conozco mucha gente amante no sólo de la poesía sino de otras disciplinas artísticas y/o creadores artísticos, llamense poetas, pintores, músicos, etc, que se quejan amargamente de los pocos recursos que se destinan en nuestro país al arte, sin tener la capacidad autocrítica de mirar hacia atrás y ver que antes había muchísimo menos que ahora y que de hecho, muchos de los recursos que se destinan al arte, incluída la poesía, son para efectos tan vanales, que por eso digo, resulta ridículo y vacío ponderar o exigir todavía más recursos para el arte cuando hay otros renglones más vituales y necesarios a los que asistir.

Debo decir que toda esta reflexión fue producto de asistir al festejo del día mundial de la poesía y luego al día siguiente a esta zona pobre de la ciudad, no son cosas que se me hayan ocurrido sólo ese día, personalmente considero que tengo bastante los pies en la tierra, en los cursos que he impartido siempre les digo a quienes les interesa el mundo de la literatura que no crean todos esos mitos que alrededor de los escritores y en específico de los poetas se tejen, constantemente trato de desmitificar, sobre todo a los jóvenes, porque los que ya están formardos, es bastante difícil.

Y tiene razón Ramón, no te creas que yo misma no lo he pensado, yo misma cuando me surgieron todas estas reflexiones pensé, entonces porqué has recibido premios, o participado de eventos, becas, mi respuesta puede parecer simplista pero más bien la considero honesta y práctica, yo no puedo evitar que las becas y premios que hay existan, no creo que haya modo de revertirlas o de deshacerlas y destinar esos recursos hacia otros rubros, entonces si ya existen, yo trato de aprovechar las oportunidades que hay sobre todo para poder publicar mi trabajo. He pensado últimamente que los premios literarios, en todo caso, deberían consistir sólo en la publicación, a manera de subsidiar la falta de editoriales sobre todo para poesía, pero no en una cantidad monetaria. Yo no voy a ser hipócrita, no por lo que escribí significa que entonces renuncio a recibir esos beneficios o a participar en eventos, no, significa que estoy consciente de que a mi juicio no es esa la mejor opción. Claro, yo no abogaría por aumentar los montos de las becas ni de los premios. Abogo más bien por aprovechar los recursos existentes y que quienes se quejen de que no hay oportunidades dejen de quejarse y se pongan a trabajar.

La literatura y la filosofía (cosas que a veces me parecen bastante inútiles, en cierto sentido) sí han tenido una real influencia en la historia, en la cultura y en la vida de la gente, eso es verdad, pero también es verdad que mi primer impulso es humanista y pienso que no puede uno pretender que alguien disfrute el arte o intente reflexionar filosóficamente con el estómago vacío, hay quien puede hacerlo, eso es cierto, los garbanzos de a libra como diría mi amiga Irma García, pero no todos están obligados a ser garbanzos de a libra, no creo que sea justo exigírselos.

Y bueno, pues sí sé que mi manera de pensar puede no gustarle a otros, pero está bien, el desacuerdo es bueno porque promueve que cada quien revise sus propios argumentos y evalúe si está o no convencido de lo que afirma, yo no creo que estas sean mis ideas definitivas e inamovibles, estoy siempre dispuesta a revalorar y rectificar.

Y bueno, pues ya les eché mucho rollo porque este tema me prende.
Ramón Mier dijo…
Sara,

Desde mi punto de vista es tu obligación participar en esos concursos y competir por obtener esas becas.

Es lo único que tú puedes hacer para evitar que dichos recursos sean desperdiciados.

¿Cuántos premios no se otorgan a a obras indignas de recibirlos? ¿Cuántas becas no se otorgan a personas incapaces de cumplir con las obligaciones que ellas suponenen?

Cada vez que participas en un concurso o para la obtención de una beca generas la posiblidad de que esos recursos tengan el fin para el que fueron otorgados: reconocer la obra de tu talento o ayudar a que lo sigas desarrollando.
Anónimo dijo…
Hola, Saranzo de a libra:

Unos días sin Internet y armas todo este escándalo de los caldos y la poesía… ¿no te gusta el caldo? ¡vaya sorpresa!... ¿son sólo los caldos o sopas en general? A mí no me gusta la comida acuosa y te entiendo, pero no quiero salirme del tema… tampoco me agrada la poesía cursi, siento como si me sacara espinas y los ojos me explotaran cuando la escucho, tampoco esa poesía vulgar como la que te comenté el otro día que en lugar de elevar mi espíritu lo entierra en el peor de los lodazales…y creo que mucho menos la poesía “intelectual” escrita para unos cuantos iniciados conocedores, por ejemplo, del expresionismo alemán…
Algo que siempre me ha agradado es tu enorme sensibilidad para entender a las personas, tu mirada atenta, serena, poética puesta sobre los cayos, canas, labios, temblor y muchas veces alma del otro… te conozco desde hace mucho tiempo y sé que sabes del hambre, la incertidumbre, la soledad, y que eres completamente sincera al preguntarte sobre la importancia o no de la poesía, pero sobre todo acerca de la ayuda del gobierno para estos menesteres… yo creo que el gobierno se tiene que dedicar primero y sobretodo a erradicar el hambre… y en México hay mucha hambre, estuve ausente por un viaje a la sierra de Zongolica, fui con un proyecto educativo llamado Vasconcelos (después te cuento), ¡cuanta miseria! Esas personas allá en la sierra no tienen ninguna oportunidad, de trabajo, de estudio, de salud, de vida digna… sentí tanta impotencia, tanto coraje… y de regreso a mi ciudad que está tapizaba por todos lados con anuncios espectaculares de Fidel (nuestro gobernador) y de una diputada pendeja de apellido Lobato, sus imágenes unidas a todo el “desarrollo” que le han dado a Veracruz… me lleva a pensar ¿Por qué no se destina a la sierra ese dinero malgastado en la autopromoción narcisista?... definitivamente hay prioridades, he conocido a muchos becarios del CONACYT y ni escriben, ni estudian, solo gozan del “prestigio” y dinero que les brinda la beca, yo preferiría mil veces que con ese dinero se le diera de comer a una familia de Zongolica… supongo que lo mismo se aplica para becas en artes.
Considero que la ciencia, la filosofía, el arte tienen que existir y fomentarse, son el espíritu de un pueblo… pero lo primero es garantizar la vida y salud de ese pueblo… y hay tantas becas y premios desperdiciados en gente que no aporta nada. No es tu caso, tú te alimentas de poesía y nos alimentas a otros.
Pretender que a todo el mundo le debe de gustar la poesía, es una ingenuidad; esgrimir que al que no le gusta es por ser estúpido, insensible, insulso y naco es la actitud de un déspota…

Un gran abrazo y besos, reparte con Diana no seas golosa.
Anónimo dijo…
las respuestas mas largas del oeste pero igualmente deliciosas... saludos saris pronto estara anabasis 2 en tus manitas...
Anónimo dijo…
Sara, tu explicación era innecesaria.

La idea es que nuestro mundo no es maniqueísta, y la poesía es importante, sin duda, como todos los frutos de la creación humana, pero también las necesidades básicas. No se trata de elegir uno o el otro, quitándole la importancia al no elegido.

La poesía es importante, ayudará a vivir, etc.,pero en el mundo real, es seguro que mueres sin alimentos, medicinas o agua, y en cambio, tu cuerpo puede seguir adelante sin la poesía de los vates que leyeron el pasado 21 de marzo.

Es sicología básica, la pirámide de Maslow, bla, bla, bla. Conozco a muchos que viven sin poesía, pero no conozco a ni uno que vivan sin comida.

Pero aquí aprovecho decir que, a diferencia de Joaquín Peña, no encuentro la autocrítica por ninguna parte. Encuentro cuestionamientos a una cierta forma de ser de algunos poetas, en cuyo grupo de entrada queda claro no estás tú. Es el grupo de los quejosos-que-quieren-
más-apoyos-del-gobierno-y-que-
quisieran-forzar-a-la-gente-para-
que-los-lea-porque-asumen-que-porque
son-poetas-son-superiores-al-humano
común.

Algo que no entiendo: ¿de qué forma se la puede vivir alguien "reinando en sus blogs"? ¿El que lee un blog automáticamente sabe todo del autor? Digo, para afirmar que no le importa otra cosa que no sea reinar en el blog, whatever that means.

En fin... creo que habría que tener la humildad suficiente como para asumir la poesía como un gusto (necesidad, pasión, necedad) personal, y no creernos el rasero con que el mundo debe medirse. Porque si nuestro ego es tan grande como para pensar que nosotros somos la medida del mundo, entonces vamos a pararnos un día de la poesía en la plaza y vamos a decir cada estupidez, como un niño berrinchudo que no puede entender que el mundo no gira en torno a sí.

Poetas, sean tolerantes de quienes prefieren otras formas de arte, o bien, nada de arte. Amad a los que no les podría importar menos que se publicara un libro más o un libro menos de poesía. Poetas, no sé quién les dijo que eran sublimes, pero son, simplemente, uno más del casi infinito rebaño humano.
Sara:
Soy un pésimo poeta al que le encanta la poesía; bueno, la buena poesía, la que yo creo que es buena poesía. (Para que a uno le gusten algunos platillos, no se necesita ser cocinero).
Llegue a este sitio tuyo, tan aparentemente ajeno a mis intereses y ocupaciones, gracias a la mención - totalmente merecida- que hizo Ramóm Mier en su blog "Disiento, luego existo".
Comparto con Ramón esta primera admiración por tu texto: La honestidad intelectual. Preguntas por ahí, en tu respuesta a otros comentarios, si la poesía y la filosofía no serán inútiles. ¡Por supuesto que lo son!, pero ya algún filósofo había escrito por ahí que la poesía y la filosofía tienen en común que ambas tienen que vérselas con la maravilloso. No son las únicas actividades del hombre que le permiten encontrarse con lo maravilloso, pero sí, así sucede, sobre todo cuando quien hace (o lee) poesía se encuentra con lo maravilloso como de pasada, cuando iba a otro lugar, escribiendo como por urgencia, como cuando uno tiene urgencia de tocarse la nariz...(lo mismo con la filosofía). Sospecho que ese hombre curtido por la vida que te despertó esta reflexión también se habrá topado con la maravilloso...aunque quién sabe cómo, tal vez de esa forma asombrosa en la que la ternura florece en medio de lo sórdido (la imagen es de José Revueltas)...En fin, ya me extendí innecesariamente: Estoy de acuerdo contigo, nadie puede juzgar a otro de insensible porque no se estremece con lo que nosotros nos estremecemos...y esto lo mismo vale para el poeta, para el novelista, para el pintor, para el actor, para el filósofo, para el historidaor, para el ingeniero, para el biólogo, para el arquietecto, para el financiero, para el deportista, para el compositor...Vámonos entendiendo, vámonos haciendo de veras tolerantes - no como pose- y dejemos que cada cual decida si le gusta o no el caldo de pollo...Te seguiré leyendo por aquí.
YA dijo…
Hola!
Quisera comentar que el problema de la pobreza no se solucionaría, ni poquito, reduciendo el monto de los premios de litaratura ni las becas. El problema de la pobreza está en otra parte. Y se necesita de la voluntad de muchas personas e instituciones para acabarla.

Considero que en todo caso, la manera en como se debe corresponder, cuando te has ganado una beca o premio, es creando lo mejor que puedas: comprometerte con tu obra y ofrecerla. Claro ese trabajo, como el caldo de pollo, puede o no gustarle a muchas personas, pero definitivamente deberá respetar ciertos criterios litararios.

No quiero extenderme más, te mando un saludo y te invito a participar con un texto en una revista independiente que dirijo, llamada LA MANZANA. La convocatoria la puedes ver en mi blog www.yosoymia.blogspot.com
J.S. Zolliker dijo…
Vengo del Blog de Ramón Mier. Delicioso tu texto, debo decir. Casi, como un consomé de pollo... o mejor dicho, una birria ;)
sarauribe_26 dijo…
Ricardo Medina Macías:

gracias por visitar este blog, eres bienvenido, tienes razón con lo de la tolerancia, a veces pienso por ejemplo, yo que soy una persona que hago poco ejercicio que así como yo podría decirle a alguien lee, esa persona también podría recomendarme, pues entonces tú haz ejercicio, con esto quiero decir que hay muchas opciones crecer tanto en lo físico como en lo intelectual y pretender imponer la nuestra como la mejor, no es el mejor camino para seducir a los demás hacia nuestra pasión u oficio. Ojalá no sea la última vez que visites este blog aunque no esté muy cercano a tus intereses habituales...


Io:

mucho gusto y sé también bienvenida a este blog

comparto tu idea acerca de que el problema de la pobreza no se solucionaría con reducir el monto de los premios literario, es más, dudo francamente que el problema de la pobreza sea algo abatible de forma definitiva

es cierto, no creo que si se destinara todo el dinero de estos premios se solucionarìa la pobreza, pero si creo que al menos unas cuantas personas más tendrìan ciertas oportunidades que quizàs los podrían sacar de la pobreza o al menos del hambre, pero bueno, la eficacia y validez de la asistencia social es muy discutible, yo lo sé

no creo que los premios literarios ni los estímulos se vayan a reducir, o vayan a ser redestinados a otras áreas, existen y eso es bueno y como bien dices la manera hacerlos efectivos es aprovecharlos comprometiéndose a crear lo mejor que se pueda

pero de pronto si da tristeza ver y saber (al menos en la ciudad donde vivo) de personas que se gastan en cosas personales el dinero de becas que son específicamente para proyectos culturales, no es uno, son varios los casos que conozco, becas de 30 o 50 mil pesos para catàlogos o investigaciones que nunca se realizan, pero en fin

gracias por la invitación, pasaré a tu página a ver la convocatoria



José Sánchez Z.:

gracias por pasar por aquí, y echarte una birria literaria, debo decir que tampoco me gusta la birria, en realidad de caldos, sólo me gusta el pozole y los caldos de mariscos.
Luci dijo…
Buscaba el año de la gira de Los Rodríguez y me encuentro con tu magnífico relato sobre la sopa de pollo.
¿Qué puedo agregar?
Es un comentario acertadísimo.
Como aficionada a la poesía (publiqué dos libritos, de mi magro bolsillo de docente doble turno y ex abogada) me dedico a difundirla. Pero más que nada, trato, generalmente no lo logro, de ser la voz de esos hombres que padecen la injusticia y por tener las manos callosas de trabajar a sol y sombra no pueden decirlo. Ya sabemos que quien no lo escribe no existe.
Me gustaría leer algo de tu obra poética, que ha ganado premios por lo que leo en tu perfil.
En mi blog "Premio para Lucía", -nunca me dieron un premio- recopilo algunos poemas de corte realista. Cada obra es diferente. La unidad es el poeta.

Nos seguirmos pispeando.
Ali Heredia dijo…
De las cosas más horribles que me pueden hacer es servirme caldo de pollo.
Gracias Sara, que gustazo de texto, que ganas de volcar ese plato de sopa sobre la insistencia de nuestros anfitriones. Paradojicamente andaba intentando leer algo tuyo desde el otro lado de la mesa. ¿Dónde puedo encontrar algo? Un abrazo y felicidades.