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Intenté ver la película esa del final de las cosas. No llegué ni a la hora. Me perdió un poco o un mucho la parte en que van en el automóvil bajo la nieve y la protagonista recita un larguísimo poema de su autoría. Me resultó una escena inverosímil. Quién diablos podría recordar un poema tan largo, lleno de tantos vericuetos, artificiosamente profundo en su temática, pretenciosamente existencial y rompedor en su tono. No me conmovió en lo más mínimo. Lo mejor de todo lo que vi hasta el minuto 49, creo, fue Toni Collette. La historia de los cerdos agusanados tampoco me impresionó y creo que estaba puesta ahí justo para eso, para impresionar. No sé si terminaré de verla o no. Quizás mi humor de hoy fue el peor para intentar ver esa película. Demasiada lluvia y demasiadas hormonas por los cólicos. Es chistoso porque la escena de viaje de la película me recordó que otros días feriados como éste de septiembre, el dieciséis, los he pasado en tránsito. El más cercano es el del año pasado. Venía de Philadelphia y me quedé varada en Atlanta. Me dieron una noche de hotel y desperté a medianoche en ese hotel de esa ciudad desconocida donde no tenía absolutamente a nadie a quien contactar en caso de necesitarlo. Me despertó un dolor terrible en la espalda baja y cadera que no me dejaba moverme ni incorporarme de la cama. Así que de madrugada, en ese hotel que parecía escenario prefabricado, estuve largo rato esperando a que el agudísimo dolor se pasara, los músculos cedieran y yo pudiese ponerme en pie para ir al baño. Más tarde al despertar para irme al aeropuerto, la misma escena, no sé cómo logré entrar en la regadera y subirme al transporte que me llevaría a tomar el avión. Me evoco en una de esas grandes salas de espera, en un Starbuck comiendo un bagel y un chai y esa escena me gusta. En otra ocasión venía de una feria en Arteaga, Coahuila, iba en automóvil a la central camionera de Monterrey. Había llovido muchísimo por una tormenta tropical o un huracán o no me acuerdo qué. El caso es que el camión en el que iba apenas logró pasar antes de que la carretera quedara incomunicada. Cuando llegué a mi casa en Tamaulipas supe que el camino se había cerrado ya por derrumbe. En ambas ocasiones estuve a punto de no poder regresar a casa. Y de pronto me doy cuenta que el poema pretencioso de la película habla justo de eso, de regresar a casa, de lo terrible de regresar a casa. Y sí, la coincidencia, pero y luego qué.
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