Durante varios años he soñado una casa que no existe. Al menos no en el mundo real. Se trata de una casa antigua con innumerables habitaciones llenas de muebles, enseres y adornos, de esas casas cuya decoración es barroca, abigarrada. En cada uno de mis sueños ignoro la razón de por qué me encuentro en esa casa. Sé que no es mía y que todas las cosas que la habitan son ajenas, sin embargo, al mismo tiempo sé que algo de ese espacio, de ese ambiente enrarecido me pertenece. En cada uno de mis sueños deambulo por distintas habitaciones o alguna de sus múltiples estancias. Por lo general abro los cajones de tocadores, armarios y escritorios. No sé si busco o sólo exploro pero me fascina encontrar pequeños objetos inesperados. He estado en la biblioteca, en una gran bodega y en los enormes patios. He estado en salas llenas de figurillas cuyo polvo habla quizá de que sólo yo visito ese lugar. Anoche, por ejemplo, estuve en una de sus recámaras con las paredes pintadas de un verde que alguna vez fue verde. Junto a la cama había un tocador extraño lleno de cajones grandes y pequeños. Cajones inverosímiles en cuyo interior había telas, ropa, vasijas de madera y cajitas que adentro guardaban los más diversos contenidos. Recuerdo en especial unas cajas de madera en forma de gato. Gatos de orejas rojas con corbatas rojas. Adentro de esas cajas había otras pequeñas cajas que a su vez contenían lentejuelas y pedrería decorativa. Todo parecía pertenecer a otra época. Todo parecía no haber sido tocado durante mucho tiempo. También había unas mascadas lindísimas que me probé frente al espejo. Frascos vacíos de perfumes que alguna vez. Pequeños adornos totalmente inútiles. Me recuerdo ahora frente al espejo de esa habitación que no existe con una mascada de color azul rey en mi cuello y un gato de madera en la mano. Me recuerdo con el fondo verde de una pared que tampoco existe y me sé, desde hace años, habitando una casa que no es mía, que sólo existe en mi cabeza.
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Un saludo.