¿Es posible que esto sea la felicidad, este respirar pausado, este vacío en el que a veces uno flota o camina como entre dos aguas o como entre nubes, este silencio o este ruido ensordecedor, esa gana de irse o de quedarse, este saberse sin sitio, nómada, fluvial?
Uno se pregunta si es posible que la felicidad sea saberse solo o saberse en compañía de sí mismo o saberse en compañía de los otros, a la distancia. Los archipiélagos que somos. Las islas felices. Uno sabe que la felicidad llega siempre sin ser invitada.
Hablar de felicidad justo ahora. Pensarla. Nombrarla. Hablar de felicidad y gritar ningún nombre, soltar ninguna amarra. Sólo permanecer en algo que se agota y que sigue vivo. Algo que crece dentro del cuerpo o que es el cuerpo y que exhala junto con nosotros. Ser nuestra propia felicidad en cada parte del cuerpo, en cada hueso, en cada músculo.
Algo me dice que somos felices aquí. En este cuerpo. En esta isla. En este instante que ya no y que sí. En este presente imperfecto.
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