La felicidad de los extraños


1. Y entonces parecía que sí, que la casa era nuestra, que los cuerpos eran nuestros, que teníamos puestos los pulcros calcetines de la felicidad.

1.1 Entonces vendimos la felicidad, sí, la de los pulcros calcetines y el café descafeinado y tibio por las mañanas. El perro a los pies y el sol entrando por los ventanales. Todo lo vendimos no por un plato de lentejas.

1.1.2 Yo vendí mi felicidad por algo efímero y por ende menos cierto. 

1.1.3 ¿Tú por qué la vendiste?

1.2. Pero algo no encaja aquí. Tú y yo jamás un perro, ni ventanales ni sol entrando por una puta puerta. Lo del café descafeinado sí. Pero tampoco la tibieza. Pero tampoco las lentejas ni los pulcros calcetines.

2. Cuéntame otra historia mejor. Dime que no había ya felicidad. Dime que éramos dos extraños que jamás veíamos nuestras fotografías en los portaretratos  Mejor dime que soñábamos con ser otros. Y que los otros, los de nuestros sueños, no sabían nuestros nombres ni tenían idea de hacia dónde querían ir.

3. Cuéntame otro sueño, mejor. Dime que si había felicidad pero que no era corrosiva. Esa felicidad que de tantas sonrisas y tanto cartón se vuelve escenario donde después ya no queda nadie. Ni los actores. Ni nadie.

4. Háblame de los otros que fuimos antes. Antes del arrebato y de la felicidad y de los cuerpos. Cuéntame cómo despertábamos a medianoche y pensábamos desde la incertidumbre, que algún día, que alguna hora, que alguna señal.

5. Porque entonces parecía que sí, que todo era posible. Porque entonces nos contábamos otras historias sin finales felices.

6. Y no, tampoco comimos perdices. Ni lentejas. Ni nada.

6.1 Entonces éramos dos extraños.

6.2. Entonces éramos dos extraños como ahora lo somos tú y yo.

7. La historia de los extraños que antes no eran extraños y que luego lo fueron. Pero antes. Antes de ser extraños. Las historias que nos contaban sobre los extraños y sobre vender un reino o la felicidad o una heredad por un plato de lentejas.

7.1 Porque nos habían advertido sobre la felicidad de los extraños. Porque nos habían amonestado sobre sus cuerpos extraños y radiantes y felices.

7.2 Porque nos habían dicho que dejáramos intactas las prendas de vestir sobre las sillas o sobre los muebles que tuviésemos más cercanos. No así sobre los espejos o los barandales al lado de las escaleras. No así sobre las bardas ni al borde de ciertos precipicios.

7.3  Porque nos habían amedrentado con la promesa de la pérdida.

7.4 Y porque nos habían consolado con la promesa de la pérdida.

7. 5. Porque todas las oraciones eran valijas vacías o aeropuertos abandonados. 

7.5. Porque todas las pérdidas eran platos de lentejas que compraban otros reinos insospechados.

7.6 Y porque todo en realidad está marchándose.

8. Cuéntame otra historia. Dijo. No me hables de pulcritud ni de promesas.

9. Cuéntame otra historia. Dijo. Antes de pedir ser reinventado. 

10. Porque entonces parecía que sí. Que los cuerpos se amoldaban a la historia y en la historia había dos cuerpos lejanos. Dos cuerpos inconexos pero ciertos. Dos cuerpos en espacios e historias distintas. Dos cuerpos nombrándose sin nombrarse. Entonces había una no historia entre esos dos cuerpos. Había un espacio. La espera por la explotación de un espacio. La espera por la significación de un espacio. Entonces una historia salía sobrando. Nada de narrativas. Sólo los objetos corporales en el espacio en espera de ser explotado. Y no importa qué clase de cuerpos o qué posibles pérdidas.

Un espacio o un cuerpo.
Un espacio o un cuerpo o un cuerpo.
Un espacio o un cuerpo o un calcetín.
Un espacio o un cuerpo o un plato de lentejas.
Un espacio o un cuerpo o un reino o una pérdida.
Un espacio o un cuerpo o una historia o un perro.
Un espacio o un cuerpo o una valija o una oración.
Un espacio o un cuerpo o una perdiz o una promesa.
Un espacio o un espacio o un espacio o un cuerpo.
Un espacio o un nombre o una historia.
Un espacio o un cuerpo o un objeto.
Un espacio o un objeto.
Un espacio.
Un espacio.
Un.

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