Digamos algo sobre las distancias que escapan por el cuerpo. Sobre lo que el cuerpo necesita decir mientras enmudecen sus articulaciones. Digamos que el cuerpo necesita quedarse quieto para decir algo sobre las distancias. Algo que quedó pendiente, aclaras. Algo que no dijimos y que ahora estos dedos céleres sobre el teclado intentan balbucear. Porque, después de todo ¿qué somos sino balbuceos en torpes dedos que intentan nombrar? ¿Aprendices? ¿Equilibristas? Apostamos todo lo que teníamos a que el cuerpo podría decir algo sobre nuestras distancias ¿Lo perdimos todo? ¿Qué fue en todo caso ese todo que apostamos? ¿Qué fue sino el cuerpo y sus distancias? Digamos algo ahora que ya nada queda en pie. Que alguien nos de un discurso sobre todo aquello que quedó sin decirse. Que alguien, por ejemplo, se ponga en pie sobre las ruinas y dicte un elocuente discurso sobre el vacío. O sobre lo que una vez roto, tras el derrumbe, ya no puede sostenerse en sí mismo. Que alguien, a pesar del derrumbe se sostenga sobre un discurso vacío. Digamos algo sobre el cuerpo que cae sobre las ruinas o sobre el vacío o sobre el derrumbe. Digamos algo sobre una apuesta que en el vacío se esfuma. Que alguien, que ese discurso hable de las distancias o de todo aquello que el cuerpo no dijo. Que alguien ostente una frontera. Que alguien más intente profanarla, añades. Que alguien sepa que su cuerpo es también una distancia. Que alguien se construya o se reconstruya a partir de distancias que se abren o que se cierran. Que alguien se reescriba con un discurso ajeno. Que alguien o que sus distancias. Que todo quede dicho y al mismo tiempo se pierda cada una de las palabras que aquí se escriben. Que uno pode todas las ramas que se han secado. Que cada una de las piedras caídas conformen un nuevo edificio. Que cada palabra sea una piedra y nadie tire la primera. Que alguien edifique un cuerpo como distancia. Que alguien se nombre a sí mismo en la pérdida. Que el aire irrespirable de los incendios se expulse, se esfume. Que alguien. Un aprendiz o un equilibrista. Que un cuerpo o un discurso. Que esta distancia sea suficiente para nombrarnos otros.
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