Repite conmigo máquina de ti




En todas partes, máquinas productoras o deseantes, 
las máquinas esquizofrénicas, 
toda la vida genérica: yo y no-yo,
exterior e interior ya no quieren decir nada.


Aquí todo se agolpa. 
También se pierde el rumbo. 
También se sabe que lo que se desea es el deseo de desear. 

Las máquinas deseantes de Deleuze y Guattari. 

Máquinas que fabrican máquinas que fabrican máquinas que desean. 
¿Qué desean? Desean desear. 
Desean fabricar más deseos. 
Dicen que eso es el capitalismo. Esa esquizofrenia. 

Aquí se desean cosas que la vigilia no avala. 
Aquí se desean cosas contradictorias.
Aquí se desea, por ejemplo, lo imposible.

De suerte que todo es producción: producciones de producciones,
de acciones y de pasiones; producciones de registros, de distribuciones 
de anotaciones; producciones de consumos, de voluptuosidades, 
de angustias y de dolores.


Registro, por ejemplo, que durante una balacera en Monterrey me quedé atrapada en un C & A. Algunas personas siguieron probándose ropa y comprando como si no pasara nada. Otras personas se asomaron a las ventanas como si afuera hubiera un espectáculo. Yo me senté en un escalón a esperar que pasara la situación. Cuando las cortinas metálicas se abrieron nuevamente sentí el fuerte impulso de comprar para sentirme mejor. Y así lo hice. Me compré tres pantalones que aún no he estrenado. 

Yo te deseo, por ejemplo. 
Te deseo y lo sabes.
No hay ocultamiento, pero ¿sirve de algo mi deseo?
Mi deseo no es útil.
Hay otros deseos que tampoco son útiles.
Que tampoco son míos.
Hay deseos que me persiguen 
sabiendo que son imposibles de saciar.
Hay deseos que no quieren ser saciados
que sólo quieren perseguirme.
Hay deseos cuyo fracaso es ser saciados.
El deseo como algo que no debe ser saciado.
El deseo como un perro rabioso.
El deseo como algo que deber permanecer insaciado.
Para existir.
Para ser deseo.
Para ser colmado.

Aquí todo se agolpa
y se nombra a través de los sueños.
Esa batalla por ganar algo que no se desea.
Esa batalla por ganar una nomenclatura vacía.

Es la batalla por la permanencia, dices.

¿Y si me das por fin todo lo que deseo
y el deseo se aburre?

¿Y se me das por fin una certeza que no quiero
y esa certeza me derrumba?

¿Y si me das por fin tu deseo
y tu deseo no me desea?

Es complicado acá, te digo.

Las máquinas deseantes no funcionan más que estropeadas,
estropeándose sin cesar.


Ayer, mientras caía, pensé en ti. 
Miento.
No pensé en nada.
O sí.
Pensé en caer.
¿Pero no es acaso el deseo una caída?

Tú tienes miedo de caer.
Tú tienes miedo del deseo.
Tú tienes miedo que el deseo te haga caer.

El deseo concebido de esta forma como producción, 
pero producción de fantasmas,
ha sido perfectamente expuesto por el psicoanálisis.


Todos somos fantasmas, me dices.
Tu deseo es un fantasma.
Tu deseo es un deseo fantasma.
No me deseas a mí.
Deseas desearme.
Deseas que el deseo sea una batalla que libres
y que ganes
y que pierdas
y que ganes.


No sé que es lo que deseo cuando te deseo.


No sé qué es lo que busco en ti.


Cierto, a veces quisiera ir a un supermercado a comprar una docena de certezas baratas. Una casa. Una familia. Un trabajo estable. ¿Me da unos "Planes para el futuro", por favor? Bien envueltos. Frescos. Que duren. 


Meter los planes para el futuro en el congelador. Dejarlos ahí y que duren meses. 


Que no saber lo que se quiere es lo más común. Dicen.


A mi lo que me pasa es que deseo no ser saciada.
Deseo desearte.
La inminencia.
O lo imposible.
O lo que no se sabe si pasará o no.


Y al mismo tiempo deseo el piso firme.
La ganancia.
El capital.


Me pasa que deseo que tu cuerpo sea y no sea cierto.


Si el deseo produce, produce lo real.


Deseo que seas un personaje y que seas tú.
Deseo que seas un fantasma y que seas tú.
Deseo que personaje, fantasma e identidad sean tú.



El deseo y su objeto forman una unidad: 
la máquina, en tanto
que máquina de máquina. 
El deseo es máquina.


Una máquina que sea tu cuerpo.
Una máquina que sea tu cuerpo y sea mi cuerpo.
Una máquina que fabrique cuerpos como deseos.
Una máquina que fabrique deseos que no deseen desear.
Una máquina que fabrique deseos sin deseo.
Una máquina que fabrique deseos muertos.
Una máquina que fabrique máquinas que destruyan máquinas. Que destruyan el deseo.


No puedes pedirle nada a un perro rabioso.
No puedes.


El perro rabioso te morderá.


Una máquina que fabrique la rabia.
Una máquina que fabrique el deseo.
Una máquina que fabrique tu cuerpo.


Una máquina que fabrique la máquina que soy.


Esta máquina que te desea y no te desea.
Esta máquina estropeada que produce producción. Que desea desear no desear.


Esta máquina averiada, incompleta, torpe.


La máquina deseante que soy.

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