Ya pasó una semana que regresé de mi viaje y no consigo aterrizar del todo. Increíble como cuatro días fuera de casa y ciudad pueden crear esta sensación de ligereza. Creo que irme unos días de mí misma fue la mejor idea que pude tener. // Me dio mucho gusto ver a N a pesar de que lo esté pasando tan difícil. Extrañé sus múltiples sonrisas, aunque al final del día la escuché reír un par de veces. Qué impotencia saber que el cariño de uno hay veces que no sirve de nada. Bueno, sirve para decirle a quien quieres que estás ahí, que si necesita hablar o un abrazo ahí estás, pero sólo eso. Las batallas que no tiene que enfrentar solo/a. Y uno mirando detrás del cristal del aparador. Y uno sin poder comprar soluciones mágicas. Total, a N la quise casi desde que la conocí, me compró su fragilidad, su risa inmediata y generosa, su sensatez y el montón de manías, rarezas y formas de ver el mundo que compartimos. N ha sido una de mis mejores interlocutoras cuando de hablar mis complejidades se trata. También me gusta cómo escribe y, de hecho, se lo dije ahora que la vi: no dejes la escritura. Es una chica brillante y luminosa y yo la quiero. // Me gustó el trayecto del viernes, me levanté temprano, N se quedó dormida y sólo alcancé a despedirme. En el camión hacia Querétaro desayuné un nescafé y un pan de nata. Encontré a A con un nuevo corte de pelo que le sienta estupendo. Sus casas siempre son fabulosas, en esta había un maniquí y peceras y sus cuadros. M está grandísimo, pero tiene la carita igual que cuando lo conocí. A terminó su maestría en arte contemporáneo y eso me llena de orgullo, por ella, por todo lo que ha tenido que batallar para lograrlo, porque la he visto levantarse una y otra vez y porque no pierde nunca esa chispa hilarante frente a todo. La encontré ahora más animada y desde luego con mucho más bagaje teórico y proyectos interesantísimos. Con A me quedé luego de una ruptura, como uno de esos botines de guerra tras el término de una relación, como le dije: no sabe lo que perdió, yo me quedé con la mejor parte. Y otra vez lo mismo. Quisiera que de mí dependiera el que tuviera mejores oportunidades estando tan bien preparada y teniendo tanta calidad su trabajo visual. Platicamos montones y me dio muchísimo gusto verla, convivir con ella por varios días. Fuimos a una exposición en un bar y luego a un antro. Divertido. La gente bailaba teniendo como escenario paredes rojas y cuadros de Maximiliano. Las pocas cervezas que bebí me pusieron en ese estado pre-etílico que tanto me gusta. Al día siguiente, ya entrado el mediodía nos fuimos, con amigas suyas, a San Miguel. Muchas risas y anécdotas chistosas. Una procuraduría. Un cementerio. Mucha comida (una barbacoa estupendísima). Más cervezas. Una enorme casa casi vacía. Trayectos y tránsitos que casi nos confundían con narcomenudistas. Cosas que pasan en los viajes. Me encantaron las aguas termales. Ese sudor desintoxicante. La fluidez de los cuerpos sumergidos. La tarde en el pequeño bosque y los lagos y las plantas flotantes. La sensación de estar lejos de uno mismo. De vacaciones de uno mismo. // La cosa es que regresé como sin equipaje. Algo se me aligeró con la distancia. Algo se hizo más liviano. Como si mi pequeña maleta se hubiera extraviado en el trayecto.
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