Como si fuera otra la que aquí



1
Me dijo que si me había hecho algo en la cara. Algo cómo qué, le contesté. ¿Te operaste algo, la nariz, quizá? Añadió. No, nada, seguí ¿Por qué, me veo rara, me veo mal? No, para nada, sólo te ves diferente. Me costó trabajo reconocerte. Eso dijo.

1.1
Es cierto, a veces yo también me miro en el espejo, ahora, y me cuesta trabajo reconocerme. Como si esta cara y este cuerpo no fueran míos. Como si fuera otra la que aquí.

1.1.1
No es extraña esta sensación. La tuve por ahí del 2008. Tras la operación de la vesícula. Tras la pérdida del peso y los fantasmas. Como si todo se volviera más ligero. Más leve. Menos real. Y al mismo tiempo esa irrealidad se convirtiera en una atmósfera más cierta.

1.1.2
Hubo una alumna de un curso de literatura que llegó una vez buscando a Sara Uribe al Archivo. Me preguntó por ella. Me preguntó si todavía seguía al frente del Archivo la Sara Uribe que le había dado clases. Le dije que Sara Uribe era yo. Me vio de arriba a abajo varias veces. Tardó en reconocerme. De hecho, no sé a ciencia cierta si me reconoció o sólo asintió apenada e incrédula. 


1.1.2.1
No creo haber cambiado tanto como para que la gente no me reconociera. Al menos no físicamente. Al menos no supe medir cuáles cambios. Y cómo me había hecho otra.

1.2
En la sala de la casa de mi tía Clarita. Noventa y tantos años. Me abrió la puerta y me dejó entrar sin saber quién era. Fue mi madrina de la infancia quien le advirtió que era yo, Sarita, la hija de Lilia. Que era yo. Que era yo. Y la tía Clarita desempolvando sus recuerdos, supongo, recordó aquella niña en su patio. Aquella niña que tampoco.

1.3
Hoy por la mañana contesté el teléfono. Hablaban de El mundo de Disney buscando a Sara Uribe. Les dije que no estaba. Enseguida preguntaron si sabía a qué horas la podían localizar. Les dije que no, que Sara no tenía hora de llegar. Bueno, luego le volvemos a llamar. Colgué enseguida.

1.1.3
Me compro ropa de tallas más grandes. Ayer Marco me lo hacía ver. Ya no compres talla grande me decía. Pero yo sigo comprándola a veces porque no me gusta la ropa tan ceñida al cuerpo. O porque en el fondo no me termino del todo de acomodar a esta ligereza. Sé que soy yo y no soy yo. 


1.1.3.1
Porque somos un cuerpo y al mismo tiempo somos algo que está más allá de eso. Pero ahí. Aquí. En este recipiente. En este envase.

1.1.4
Y entonces pienso si la impostora soy yo. Si lo fue la otra.

1.1.5
Y a veces siento, como en la novela Laura y Julio de Millás, que uno siempre es más verdadero cuanto más se disfraza de otro.

1.1.6
Por esos años, cuando me encontraba a gente que no me reconocía, les decía que la otra Sara había sido la gemela malvada, la impostora. Que yo era la real. Les decía eso con la convicción del que en el fondo, sabe y oculta, que el impostor es uno.

1.1.7
Me lo dijo Angélica. Algo te hiciste. No reconozco tu cara, está más alargada. Es otra. Pero al mismo tiempo sé que eres tú. Eso me dijo y yo también, algunas veces por las mañanas, cuando me miro al espejo, veo esa cara alargada y veo a esa otra que no soy. Que soy.

1.1.8
Me gusta este cuerpo. Me siento cómoda con él. No extraño al otro. Y no me refiero a dimensiones ni texturas ni turgencias. Me gusta mi cuerpo de 34 años, aunque, cierto, mejoraría algunas cosas. Y es que siento que de verdad el cuerpo cambia. El rostro cambia. Somos siempre otros aferrados al mismo disfraz.

1.1.9
Me gusta este rostro. Me gusta a veces desconocerme en este rostro. Asomarme al espejo y descubrir que hay una otra ahí. Me gusta pensar que en el futuro veré muchos rostros más ahí. Que en el futuro llegará otra impostora. Otra verdadera. Que habrá siempre una Sara que me suplante una y otra vez.

2
Digamos que sí soy otra. Digamos que esta que escribe no describe, reescribe. Inventa. Digamos que soy un hombre disfrazado de mujer. O una mujer disfrazada de mujer. O una mujer disfrazada de hombre. O una Sara disfrazada de sí misma. Digamos que el disfraz me desviste. Que el disfraz me desnuda. Digamos que el disfraz es el cuerpo, el rostro, lo cierto.

2.1
Digamos aquí, que partir del disfraz lo es todo. Que sin maquillaje nada somos (Sayak dixit). 

2.1.1
Le pregunté que qué sentía usar barba postiza.

2.1.2
Después de mi operación de la vesícula. Ustedes no van a creerlo. Por supuesto, tuve el síndrome de la vesícula fantasma.

2.3
Un impostor.

2.4
Un inquilino.

2.5
Un prestanombres.

2.6
Un bigote pintado con maquillaje bajo la nariz y una pequeña barba sobre el mentón. Eso hizo pensar al policía que podíamos ser narcomenudistas. Claro, eso y los tatuajes de ellas. Claro, eso y que querían mordida. Su disfraz. Su poder. Ese espejismo.

2.7
Me dijo que era la primera persona que conocía que no tenía ningún tatuaje. Me dijo que era rara.

2.8
En mi vida me he disfrazado de:
a) mariposa
b) vampiro
c) árbol
d) mujer

2.9
Le dije que nunca me había disfrazado de mi misma.

3.
Mentí.

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