Un tardío 15 de mayo. Uno de los mejores.



Terminé la universidad de milagro. Pedí prestado para pagar mi examen profesional y justo cuando terminé el último semestre me quedé sin casa y sólo con un colchón y unos cuantos libros. Así que cuando me ofrecieron dar clases en la Universidad, acepté sin pensarlo. Necesitaba dinero para comer y para conseguir dónde vivir. Me rentaron un departamentito de infonavit en 500 pesos. Estaba hecho un desastre el sistema de agua y luz y las chapas y en general. Pero era mi departamentito ¿no? Increíblemente tenía teléfono, por ejemplo. Un teléfono rojo en forma de labios dando un beso. Super kitch el asunto. Así que ahí fui a dar con mi colchón y un pequeño librerito azul. Amén de un carrito de supermercado que no sé de dónde diablos salió y fue en el que transportamos en un solo viaje mi "menaje de casa" que consistía, como ya dije, en libros, mi ropa y una grabadora vieja que tocaba los cassettes cuando quería y como quería. En fin. La cosa es que no voy a mentir, acepté dar clases porque no me quedaba de otra. Recuerdo que me angustiaba la idea de ser maestra porque, como le comentaba a mi querido Valdivieso, tenía 22 años y aunque a los 16 había dado clases en CONAFE, pues me parecía que no era la misma situación. 

Total que la materia que me dieron era una materia llamada Habilidades del pensamiento, basada en el programa de Matthew Lipman, también llamado Filosofía para niños. Se trataba de formar comunidades de cuestionamiento donde se fomentara el diálogo y el ejercicio del pensamiento crítico, creativo y cuidadoso. Se trataba de enseñar a pensar, a través de enseñar a identificar y ejercer las habilidades de pensamiento. 

Previamente había tomado un Diplomado en Filosofía para niños con la Universidad Iberoamericana, también, desde luego, casi de milagro. Una cosa fabulosa porque yo hacía mi servicio de becario con Aurora Zarzosa, coordinadora del diplomado, entonces entré a todas las clases porque era parte de mi trabajo como becaria asistir a los maestros y así. Y desde luego, como soy una ñoña, aunque nadie me lo pedía y no estuviera inscrita hacía las tareas y todo. La cosa fue así. El día de la graduación, digo, yo sabía que yo no iba a graduarme, me dijeron que como quiera fuera a acompañar a mis compañeras. Fui. Incluso llegué un poco tarde. A la hora de entregar el diploma, me mencionaron. Yo no sabía por qué. La cosa es que no sé cómo le hicieron, pero recibí mi diploma, no sé si secretamente me becaron o qué. El caso es que fue así como terminé estando capacitada para impartir tal curso. 

El primer semestre me tocó dar clases todos los días a las siete de la mañana. Me levantaba al cuarto para las cinco porque tenía que tomar dos camiones si quería llegar a tiempo al salón de clases. De todos los 6 años que di clases, mis mejores grupos fueron precisamente los de los primeros dos años. Aprendí mucho de los chavos y de mi propia manera de entender y ejercer mi pensamiento. He de decir que los primeros meses fueron difíciles, particularmente con algunos grupos. Había mucha resistencia a expresar lo que pensaban, algunos no querían hablar. Los reprobé. Así de simple. Me acuerdo que fueron a reclamarme. Y les dije, es una clase de habilidades de pensamiento, el pensamiento se manifiesta, en esta clase, a través del lenguaje oral, si no hablan en mi clase, no puedo calificarles nada. Tienen que hablar. Y hablaron. Y particularmente ése grupo fue uno de los mejores. Era cómo poder explorar las formas del pensamiento en vivo, en las estructuras de esos chicos que se explicitaban en sus diálogos. Me acuerdo de mí misma saliendo extasiada de esas clases. Un placer intelectual, un gozo cognitivo. El asombro de presenciar cómo puede formarse y reformularse el pensamiento. Tuve grupos fabulosos donde se dieron los diálogos y debates más apasionados e increíbles. Yo de verdad creo que los alumnos lo disfrutaban. Yo de verdad creo que de algo les sirvió. 

Hoy, justo hoy, recibí el correo de Mariana. Una alumna, de la que por cierto, me acuerdo perfectamente. Una chica inteligente y vivaz que participaba siempre con puntos de vista acuciosos y precisos. Así la recuerdo yo. La recuerdo particularmente en un debate que hubo sobre la unión libre. No sé si ella lo recuerda. El caso es que Mariana me escribió para contarme que ahora está dando clases. El caso es que me dice lo mucho que a ella le sirvió la clase de habilidades de pensamiento. El caso es que me escribió para darme las gracias por una clase que le marcó la vida. "Esas sesiones marcaron mi vida" dice. El caso es que al leerla recuerdo lo feliz que fui dando clases. El caso es que me hace pensar que valió la pena y que hice bien mi trabajo.

Años más tarde la universidad decidió cancelar el programa y retirar la materia. Me dieron entonces materias como Taller de investigación documental y Estrategias de Aprendizaje que no me hicieron lo feliz que me hacía Habilidades de pensamiento. La universidad fue comprada por la orden del padre Maciel y cuando vi lo que se estaba enseñando en bioética, decidí renunciar. Fue justo cuando me dieron la beca del FONCA, así que me dije, con eso puedo vivir al menos un año y luego ya veré qué hago. 

Desde entonces no he vuelto a dar clases, salvo algunos talleres literarios.  Me gustaría volver a dar clases algún día. 

Puedo entender que alguien, como yo, entre a dar clases por necesidad. También una vez fui mesera de un restaurante de mariscos y me propuse ser la mejor mesera del mercado. Así que cuando fui maestra me propuse hacerlo lo mejor que yo pudiera, con los recursos que tenía. 

Lo que no puedo entender es cómo algunos maestros no se dan cuenta que si el impacto positivo es tal, cómo lo será el negativo. No puedo entender a los maestros, por ejemplo, que golpean a sus alumnos. Hace poco me enteré de un caso cercano. Simplemente, no pude entender a algunos de mis compañeros de la maestría en innovación educativa tuvieran pésima ortografía. ¿Qué no se dan cuenta que son modelo para los niños? 

Esto me escribió Mariana: "sentí que este 15 de mayo me faltó decirle gracias a la maestra que más me ha marcado. Así que, GRACIAS.

Y yo le digo desde aquí, gracias Mariana, por hacerme el día y por hacerme los 6 años que fui maestra. Gracias.


Comentarios

A mí, al igual que a Mariana, esas clases me marcaron. Todavía guardo muchas de las copias que dabas y mis exámenes revisados con plumón.