Acto y potencia



Salíamos a los pasillos a pedir un cigarrillo y a buscar café gratuito en las oficinas de los profesores. Hacíamos y deshacíamos la realidad de un mundo abstracto, incapaces de comprender o intuir siquiera lo que vendría después. Entonces me preguntaba cómo serían los labios, los abrazos, cómo las horas y las sábanas y las preguntas que, desde luego, no tendrían jamás respuesta. Hablábamos del futuro como quien habla de metafísica, esa nebulosa, esa entidad hipotética. Reíamos sentados sobre las bancas y el aire nos daba en la cara y nada parecía ser más importante que aquellas charlas que podían durar horas y días enteros y años así. Hurtábamos galletas y refrescos de los cursos de filosofía para niños y siempre había buenos samaritanos y sí, dependíamos de la bondad de los extraños y nosotros éramos esos extraños y sin saberlo vivíamos esa vida que siempre habíamos leído como ajena y que entonces estaba ahí, en nuestras manos, en nuestros días universitarios que pasaron desapercibidos y sin embargo eran entrañables ¿o es que acaso la nostalgia los inventa ahora? ¿o es que acaso todo pasado es ficción?


Comentarios