Volvíamos con la lluvia a esas calles. Nos parecía que todo había sido trastocado por los años, como si el tiempo hubiera renombrado cada cosa, como si hubiera convertido en otros los objetos. Nosotros mismo parecíamos otros. Éramos otros y no reconocíamos a ésos que habían insistido en regresar. Casi a punto de llegar al sitio que aquellos desconocidos nos habían impelido viajar, nos dábamos cuenta que no tenía sentido continuar el trayecto, que aquellos que habían hecho las maletas, que aquellos que habían abordado un autobús y habían descendido en las estaciones y habían trasbordado en los andenes, definitivamente no éramos nosotros, los que frente a esas calles nada teníamos ya que decir.
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