No sé por qué pero desde que llegué a esta ciudad sueño de forma recurrente con casas enormes. Casas extrañas, solitarias y enormes que recorro infatigable. La casa que anoche recorrí era de ladrillo rojo y estaba llena de gente. Gente extraña con rostros a veces deformes, a veces sólo pétreos, hombres y mujeres delgadísimos, hombres y mujeres obesos, sucios y descuidados, otros sólo misteriosos, como si ocultaran algo tras sus rostros, algo siniestro o simplemente inesperado. Una casa donde parecía estar a punto de pasar algo terrible o simplemente algo irreversible.
Una casa suspendida y yo pensando en todo que podría suceder y yo dormida sin saber del sueño, creyendo que la casa y los ladrillos, que cada paso algo real.
Me asalta la idea, la duda, la ficción de que todos esos hombres y mujeres extraños, de que todos esos rostros polimorfos, todos esos mosaicos y ladrillos, me asalta la duda, la ficción de que todas esas casas yo.
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