En el sueño albercas de casas antiguas. Vitrinas y escaparates llenos de polvo, una mano que del olvido rescata los vestigios. Lo que parecía inservible se vuelve una forma de nombrar todo de nuevo. Rostros, voces de lo anquilosado, lo que por caminos dispares, lo ajeno mas no anónimo. Lo no perecedero. Albercas sí, agua clara, estancada pero clara. Algo así como un movimiento de cámara y de escenario. Entonces la carretera, un viaje, un vehículo. No sé quién conduce, no sé quienes me acompañan, sólo sé que de pronto todo se enrarece. Algo pasa a mis espaldas, voy en el asiento trasero. Al voltear me percato que que los conductores y los peatones saben que algo pasa. Detrás del auto inmediato (una automóvil descapotable blanco), una camioneta (blanca también), por la ventana un sujeto dispara un arma. Todos bajan la cabeza, se esconden. Yo sé que debo hacerlo, sé que por mi bien, para estar a salvo debo hacerlo, pero no puedo, no puedo moverme. Estoy clavada ahí como una estaca. Sé que en cualquier momento una bala podría desviarse o dirigirse hacia mí, al principio intento moverme, me resisto. Luego ese saber que no importa, que no importa la bala, que no importa si el impacto, estoy ahí, ya estoy ahí y no voy a moverme, no pienso moverme aunque el peligro.
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