Recuento


Durante gran parte de mi vida fui incapaz de vivir en el presente o al menos ésa era la sensación que predominaba en mí. La conciencia del ahora estaba siempre obnubilada por la nostalgia del pasado. Pongámoslo así: cuando debía estar atenta a lo que me estaba ocurriendo, a lo que estaba viviendo en ese instante, mi mente y mi percepción se instalaban en la sensación del tiempo ido o en la prenostalgia por ese tiempo preciso que más adelante sería también pasado. Digámoslo así: durante mucho tiempo viví en el pasado, añorándolo,  desempolvándolo, reescribiéndolo una y otra vez. En estos últimos meses he caído en cuenta que hay grandes lagunas en mi memoria, periodos completos de mi vida que he olvidado. La rutina del recordar y recordar y recordar, como quien atesora su último, su único pedazo de pan, se ha ido. Eran tiempos de escasez, supongo, por eso la acumulación, la garantía, la avaricia de recuerdos. He olvidado años enteros, no sé quién fui o qué hice en ese entonces. Sé que antes este hecho me habría descolocado por completo. Pero ahora, desde hace meses me parece que hay engranajes moviéndose dentro de mí, cosas que se acomodan sin saberlo. Pienso en lo bueno del olvido, en lo bueno de instalarse en el presente y dejar fluir. Sólo eso, el flujo. Me gustaría sentarme ahora en una mecedora y dejar correr el presente, así, sin más. El terror al tiempo que se gasta, todos esos fantasmas parecen irse reconfigurando. Como si bajaran las armas para dejarme respirar.

Comentarios

Mario dijo…
siempre sera bienvenido el tiempo de crecer, de cambiar de madurar, aun cuando a veces no lo comprendamos asi, es bueno saber que encuentras o mas bien asimilas el engranaje del cambio, es tu oportunidad de encontrarte mas a ti misma y de fortalecer quien ya eres....

saludos
Ramón Mier dijo…
Lindo texto de la mujer inflexible (y recientemente inalcanzable).

Te mando besos raraú.
Sara Uribe dijo…
Mario, gracias por pasar por aquí, saludos.

Ramón, van besos de vuelta y te mandé un correito.