Sigo pensando en eso de las máscaras. En las máscaras y en los viajes. Fuera del territorio propio uno siempre se convierte en Otro. La extranjería como otredad. Para ser algo o alguien sólo es necesario creértela o todo es cuestión de actitud: psicología barata de supermercado. Y sin embargo, barata y todo, efectiva. Lo malo aquí es que a veces ni siquiera me creo quien soy. De ahí el titubeo, la vacilación. ¿Cómo ser otro, cómo hacer otro de uno mismo? Preguntas residuales del día en que tomé la decisión de reinventarme. Decisión que no acaba aún, que nunca supe que tan lejos. Ahora, cuando me hablan de la que fuí, digamos, por ejemplo, físicamente, a veces suelto una respuesta fácil e hilarante (la broma como antifaz, como ocultamiento que desvela), digo que aquella, que esa Sara que fui era mi gemela malvada. La gente ríe. ¿Es gracioso en realidad? No lo sé, pero la gente ríe. Funciona. Después lo pienso con calma. A veces no me reconozco en esa (ni en la física ni en la interior). A veces me avergüenzo de esa. A veces tengo compasión y la perdono. Pero ésa es en todo caso otra que no soy yo. Me abruma pensar en las que vienen, en las que vendrán. Esas que cuestionarán a la que soy. No estaré aquí me digo, me habré ido ya sin saberlo.
Comentarios
Me llegaste al alma, mi Sara.
Un beso
Leticia:
gracias por pasar por aquí, pues aquí estamos en el bloggeo, va un abrazo también