Rojo que te quiero rojo


Hace un rato mi línea, que había estado muerta por siete días, resucitó. Después de dos reportes en vano, una cita en la que me dejaron plantada y dos quejas interpuestas directamente con la gerencia. Así sin más, sin siquiera presentarse en mi domicilio a arreglar nada, de pronto todo está solucionado. Tengo tono y entran las llamadas como si no hubiera pasado nada aquí. Quiero pensar que esto es magia, que los teléfonos se arreglan así sin más. Es sólo que me asalta la duda: si mi teléfono se arregló sin necesidad de la presencia de los técnicos en mi casa, ¿no se podía haber solucionado mi problema siete días antes?

En fin, por otra parte debo decir que ya empezaron las llamadas que me disgustan: vendedores, bancos, promociones.

La última vez que tuve teléfono en casa fue hace ocho años. Vivía en un departamentos a varias cuadras de aquí. Sólo tenía un colchón, una televisión que me compré con mi primer sueldo de maestra universitaria, un escritorio viejo, un pequeño librerito, mi cafetera Hamilton Beach (2000-2009 q.e.d.p) y un carro de supermercado que me habían prestado para transportar mis pocas cosas y que hacía las veces de alacena. No tenía refrigerador ni estufa ni nada más.

Viví un año en ese depa.
Me gustaba que estuviera practicamente vacío.

Ahí había teléfono, un teléfono café y otro blanco. Los dos eran feos. Las más de las veces los teléfonos sonaban y yo los ignoraba.

Se me había olvidado que tengo tendencia a hacer eso. Si no es un número conocido no contesto. Si es un número conocido pero no tengo ganas de hablar no contesto.

Pero hace un momento, el teléfono ha vuelto a sonar y era una voz deseada.

Comentarios

Anónimo dijo…
jejeje, es verdad nada es para siempre, yo también tuve una cafetera hamilton beach fue muy últil y me aguantó toda la carrera, la pobre dejó de estar con nosotros al poco yo de terminar el trabajo de fin de carrera, fue como si supiera que ya no la necesitaría tanto :(