Té de frambuesa. Un par de cigarrillos bajo el sol tampiqueño. Una fotografía del café Alcázar. Varias versiones del aguanieve. Una ensalada griega. Queso de cabra. Aceitunas negras. Presuntos implicados. Ese otro cigarrillo al llegar a casa. Zoe diciendo nada que pueda perder. Un pequeño libro en las manos. 1969. Estos versos de Raúl Garduño:
Uno sabe muy bien que tú no llegas
uno está adivinando a cada instante que nada es cierto
uno está esperando a alguien que tarda, a alguien que tal vez no existe
Después (literalmente) salir de mi cuarto al escuchar una especie de estallido. Salir al pasillo exterior y de pronto ensordecer. Así. Sin sonido. Un dolor en los oídos. Un ligero espasmo. Luego nada.
Uno sabe muy bien que tú no llegas
uno está adivinando a cada instante que nada es cierto
uno está esperando a alguien que tarda, a alguien que tal vez no existe
Después (literalmente) salir de mi cuarto al escuchar una especie de estallido. Salir al pasillo exterior y de pronto ensordecer. Así. Sin sonido. Un dolor en los oídos. Un ligero espasmo. Luego nada.
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