El viernes hubo un pequeño festejo por el cumpleaños de cierta pelirroja, bebimos vino tinto y celebramos a la cumpleañera con pastelillos cubiertos de betún casero. El caso es que al día siguiente me levanté con gran dolor de cabeza y de cuerpo, es que la resaca del vino tinto me pega distinto a la de la cerveza, me da como un debilitamiento general, me duele el cuerpo, los huesos, en fin. Como no tuve clases de la maestría por el cambio de semestre y como estaba cruda, rompiendo cínicamente mi dieta, me fui a almorzar a un lugar en avenida universidad. De regreso me fui caminando, pasé por una librería y entré en búsqueda de alguna novedad o libro viejo. Encontré uno muy interesante, El corbacho, escrito en 1438, por Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera de la Reina, subtitulado como "El libro de la reprobación de los amores mundanos", es un divertidísimo ejemplo de la misoginia medieval. Después de la librería seguí caminando un buen rato, el clima me recordaba al de Querétaro, viento fresco en la sombra y un sol de febrero poco caluroso. Cuando regresé a mi casa hice lo que hace mucho no hacía, me puse a ver una pelicula en el dvd, la había comprado hacía un par de días: Vicky Cristina Barcelona, hubiera querido verla en el cine pero duró muy poco en cartelera. Me hice un café y me acurruqué en mi cama. La peli me encantó, me divertí mucho, me gustan las películas con narrador, me encanta Bardem y disfruté mucho los escenarios y la música. Me gustan esos líos y confusiones existenciales, pero sobre todo las ironías que ocurren en la película, me río porque la vida es precisamente así. Hacía mucho que no me gustaba tanto una película, como para querer volver a verla. Quizá la película no sea demasiado profunda, pero me dejó pensando muchas cosas. Después de la peli salí en búsqueda de pintura pero todas las malditas comex estaban cerradas por inventario, tuve el impulso de ir a caminar a la laguna pero decidí quedarme a leer en casa. El domingo por la mañana me fui temprano a home depot a escoger y comprar la pintura, encontré un par de tonos que me gustaron mucho y comencé a pintar a eso de las once. Creí que pintaría más rápido, como antes, pero la verdad es que no rendí igual, estuve pintando sin interrupción hasta eso de las siete. Me gustó ver mi pared de otro color, me encanta pintar, es una actividad que me desestresa y me equilibra. El cuadro de Angélica se ve estupendo sobre su nuevo fondo. Después, cuando todo estaba en orden y el olor a limpio mezclado con el de la pintura fresca me recordaba no sé qué perdida sensación de hogar, me senté a comerme una manzana y a beber una taza de leche tibia. No pude evitar pensar en lo justa que es algunas veces la vida, sí, lo justa.
Comentarios
¡Como se nos olvida aquello!
(un saludo)
ya venga la delegación tampiqueña a montegay. los estamos esperando. ya veo que cotorrearán con oudiló et al. sin mi en mexicali. bueno. vengan!!!!!!!! los extraño!!!!!! besos...
sipi, me dieron las de pintar, je
markovich:
nopi, moví algunas cosas, ya con las que no pueda de plano les digo
carlos:
es sorpresa, jajajja
camila:
la vida por lo regular es injusta, pero algunas veces, suele ser justa, y a mí me acaba de ocurrir una justicia poética
hulk:
pues de hecho me gustaron todos, el bardem, la penélope, la scarlet
pimp:
pues ganas de ir no nos faltan, pero con eso de que el marco ya también está en una maestría el sábado se nos complica, pero ya veremos la forma de hacernos la pinta, je