Closer

Anoche volví a ver Closer por centésima vez. Una hora antes, justo cuando salía del curso de Camero se vino esa lluvia que casi me impide llegar a casa. Closer es una película que me duele cuando la veo, sin embargo me resulta adictiva, una vez que la empiezo no puedo parar. Me encanta el personaje de Clive Owen, me identifico mucho con él, sobre todo en la escena en que discute en la sala de su casa con Anna (Julia Roberts). Mientras viajaba en el taxi, navegando por media ciudad inundada, recordé que esa misma mañana, cuando iba hacia el trabajo, me percaté de que la ciudad estaba vacía. Vacía e inundada. Pensé que esa lluvia era necesaria, como si el agua pudiera limpiarlo todo, barrer, arrasar, desbrozar. Me gusta mucho también el personaje de Natalie Portman, a ella la recuerdo del Asesino perfecto. Me encanta la escena casi inicial donde ella y Jude Law caminan por la calle y se escucha lo de Demian Rice. Cupido, ¿pero si el era nuestro chiste? En fin, cuando terminó fui a la sala, me senté en mi sillón al lado de la ventana para ver llover agusto, me preparé un nescafé y encendí un camel (sí, he abandonado los delicados con filtro por los camel), tomé el libro que un día antes me había llevado el cachorro y comencé a leerlo:

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"A los ventidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo" (Haruki Murakami, Sputnik, mi amor)

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Sólo he leído el primer capítulo y me ha bastado para atraparme, creo que comenzaré a retractarme de cierto comentario que hice una mañana en presencia de JP, Capote y la Pelirroja.

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Estos días lluviosos parecen no querer irse, yo pienso en Closer, en las vueltas de tuerca, en esta súbita fe, en la gratuidad.

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Quisiera estar en esta ciudad, que es ya otra, leyendo desde la memoria.

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