Lo antiguo es una llave oxidada que ya no abre puerta alguna. Lo antiguo es un cenicero rojo que nunca se usó, una extraña cuchara que nadie se llevó jamás a la boca. Lo antiguo es una escafandra que siempre permaneció en tierra, que no supo de abisales aguas ni de oscuridades ni de náufragos ni de islas. Lo antiguo es una fotografía manchada de humedad donde apenas pueden distinguirse rostros de hombres desconocidos sentados en viejos sillones. Lo antiguo es tu mirada y el reflejo de tu sombra en un espejo desgastado, un máquina de coser sin agujas y sin hilos, una máquina de escribir cuyas teclas han olvidado el sonido de tu nombre. Lo antiguo es un quinqué vacío sobre un mostrador lleno de polvo. Lo antiguo es un jardín donde sólo germinan enredaderas secas, una anciana sorda sentada en una silla de ruedas, una vasija desdentada, una telaraña intacta detrás de las cortinas, una moneda oculta por doce años bajo la alfombra de una oficina. Lo antiguo es un mapa con calles que ya no existen, una dirección equivocada, una puerta que alguna vez abrió sus goznes y ahora habita inmóvil la esquina izquierda de la memoria. Lo antiguo es una escalera con peldaños carcomidos, un reloj de bolsillo detenido exactamente a las cinco menos cinco. Lo antiguo es un televisor de los años setenta, un teléfono descompuesto, un sombrero pasado de moda sobre la cabeza de un maniquí sin brazos. Lo antiguo es una terminal de trenes donde ya nadie viaja, un vagón con asientos desvencijados, una linterna ciega y muda incapaz de pronunciar el célere lenguaje de la luz. Lo antiguo es un tranvía sin pasajeros que recorre la ciudad de madrugada, una palabra que ha extraviado su significado, un acetato dando vueltas en el tocadiscos una y otra vez. Lo antiguo es una arruga en mitad de la tarde. Lo antiguo es una copa rota donde ya nadie bebe.
Comentarios
Extraño tu correspondencia. Sobre todo cuando lo que leo que has publicado corresponde en tal concordancia conmigo.
Un abrazo