Nadie me verá llorar



Si todo fracaso comienza con la luz, con el deseo de atrapar la luz para siempre, entonces una fotografía no es sino el vano intento de impedir que el incendio del tiempo nos devore, de aplazar la muerte y el olvido de los que fuimos. Pero ¿cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos? Y aún más ¿cómo se convierte uno en un loco? Quizá todo comienza con el silencio, con no permitir que nadie nos vea llorar; o tal vez con sólo sentirse cómodo en los márgenes de los días, detrás de los espejos del lenguaje como el fotógrafo y morfinómano Joaquín Buitrago y la reclusa logorreica de La Castañeda, Matilda Burgos, quienes con la fuerza unívoca de los que lo han perdido todo en la vida deambulan paralelos en las orillas de la Historia con el corazón mordido por la tarascada irredimible de los perros rojos de la melancolía, como suelen hacerlo los fantasmas de yodo de un tiempo circular.

Nadie me verá llorar (Premio Nacional “José Rubén Romero, 1997”, “Impact-Conarte-ITESM, 2000” y “Sor Juana Inés de la Cruz, 2001”) es una urdimbre especular, cíclica, tejida con palabras y miradas de raíces azules que saben a vainilla, a la oculta sal de las lágrimas furtivas, de la obsesión de la Ausencia que se infiltra en los huesos del sentido, de las equivocaciones que inician con un nombre, de los abrazos que se desdicen, de la mudez de lo nunca dicho, de la transparencia de un futuro sin significados fijos, del inmaculado fraude de la razón y el progreso.

Posiblemente porque todos, alguna vez, hemos llegado a sorprender la palabra del loco incluso en lo que nosotros mismos articulamos, en ese minúsculo desgarrón por donde se nos escapa lo que decimos
[1], al terminar de leer Nadie me verá llorar no podrás evitar plantearte, si en los edificios del lenguaje siempre hay pasillos sin luz, si el silencio es la burla perfecta de la razón, si es necesario el silencio de la razón para curar los monstruos[2]: ¿habrá sueños más allá de la razón?



[1] Foucault, Michel. El orden del discurso. Tusquets editores. México, 2002, 173 pp.
[2] Idem. 1.


(Debo añadir que esta es una escritora cuya obra me gusta muchísimo, su poesía me fascina y debo admitir que mi reseña se queda corta, es tan sólo una incipiente invitación a leer su obra)
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Comentarios

Anónimo dijo…
invitacion super aceptada, porq yo tambien creo q lo mejor es q nadie me vea llorar...
muy interesante el título, pero más la reseña... espero algún día leerlo... un saludo... se le extraña en los pasillos.
Ah y muchas felicidades por su beca!!!!
sarauribe_26 dijo…
Hola Iris:

tengo tu invitación para la presentación de mi libro el próximo jueves 17 a ver dónde te veo para dártela...


Carlos:

espero que te haya ido bien en el df, si te llamó la atención la novela yo la tengo, te la presto cuando quieras, oye la próxima semana es tu presentación allá en el IEST, te llevo tu invitación y platicamos, gracias por las felicitaciones...
Anónimo dijo…
pues yo creo q nos vamos a ver muy pronto... tambien felicidades y checa los super fans q tienes heeeee... saluditos... :)... por cierto ticher, cuando es la graduacion??? q ya quiero regresar a esa sala de eventos de la cueva social club jajajaja...
John Pluecker dijo…
q bonita la reseña. leí la novela y me encantó. tu amigo en houston, jp
sarauribe_26 dijo…
John:

qué gusto que hayas pasado por aquí, ya Liliana me contó de su encuentro por allá en EU, y de tu participación en el laboratorio fronterizo ¡qué padre!, me gustaría seguir en contacto, ya tengo registrado tu blog y estaré visitándote

te mando un gran saludo pluecker
ellb dijo…
Eit!
Acabo de dar con tu blog y para colmo con esta reseña de un libro de una de mis autoras preferidas, me gustó mucho.

Saludos desde Victoria.