Pequeños mareos como indicio de desequilibrio. La desorientación como consigna tácita. A veces, incluso, un ligero desvanecimiento que desaparecía inmediatamente. // Lo recordaría años más tarde. Que durante esos días en que la tristeza era insoportable solía sufrir de súbitos mareos. Como si el cuerpo anticipara un temblor imperceptible a los demás. Como si solo ella estuviera facultada para sufrir los estragos telúricos. // Lo olvidaría también, al paso de los años, por supuesto. Olvidaría las manifestaciones corpóreas de sus inestabilidades anímicas y existenciales. Lo olvidaría hasta que su propio cuerpo se lo recordara con un requiebro.
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