primera memoria

Rojos los mosaicos, del pupitre el gris del metal, la enormidad de la estancia, el verde frontal del pizarrón, pequeñas sombras inmóviles a mi alrededor. En la esquina derecha un escritorio, tras él una mujer fuera de foco, un ventanal pegado al techo, la blancura matutina de las paredes.

El desamparo latiendo su angustia, irrefrenable el deseo de escapar, el hormigueo en las piernas, el acecho.

Del portón su negrura, el picaporte. El impulso de la huida, mis pies corriendo hacia umbral, mi mano sobre el cerrojo, de súbito unos brazos por mi espalda, reteniéndome. La imposibilidad, la inminencia, el llanto.








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