El drama del lavaplatos o el corte de caja del mecanismo asistido



Ayer terminé de leer El drama del lavaplatos de Eugenio Tisselli y compré mi primer libro electrónico: Esto no es una novela, de David Markson. Ambas cosas me dejaron con el ánimo de quien se asoma al espejo esperando ver su propio rostro y descubre otra cara dentro del marco. Asombro y fascinación lo primero; extrañeza lo segundo.

El epílogo de El drama del lavaplatos, esta reflexión de Vicente Luis Mora sobre si la PAC (poesía asistida por computadora) puede ser capaz de re-crear versos gongorinos, y la lectura misma de los poemas {cuya estructura empieza con la introducción de un "verso semilla" en castellano, lo vierte al inglés con una traducción automatizada de las que hay en internet, a esta versión inglesa le busca sinónimos ingleses, y es ésta la que otra vez la máquina traduce al castellano. Con tal resultado final, el autor sólo interviene para suprimir incoherencias gramaticales o, si le gusta, simplemente lo deja como está. Una vez conseguido el primer verso, lo toma  de nuevo como "verso semilla" para fabricar el siguiente y así hasta completar el poema.}me dejaron, literalmente, patidifusa.

¿Puede una máquina crear poemas? Me lo pregunto retóricamente porque lo cierto es que de antemano y en automático mi respuesta es que sí. Lo pienso porque ya antes usé The Lazarus Corporation Text Mixing Desk v2.0 (en una versión anterior) en la construcción de un texto titulado Frito-Lay.

La mesa de mezcla de The Lazarus Corporation es muy sencilla en realidad. Uno vierte en el recuadro fragmentos de los textos que desee mezclar, ajusta las especificaciones de la cantidad de palabras para el corte y la máquina hace lo suyo. Del resultado uno sólo tiene que hacer pequeñas sustracciones y adicciones para desbrozar algunos posibles sentidos de las lexias. 

En esta última máquina se trata de cortar-mezclar-postproducir. Pero me intriga y me seduce aún más la estructura de El drama del lavaplatos porque implica una suerte de maleabilidad del lenguaje. Estiramiento. Elongación. Algo así como torcer el lenguaje. Esta idea de tomar las palabras de un verso semilla y llevarlas a su equivalencia en otra lengua para luego alterarlas, es decir, convertirlas en otras (en un Otro verso) a través de la sustitución por sinónimos, y después traducir este verso alterado al español, me resulta apabullante.

Se trata de traducir y retraducir. Se trata de alterar. De traducir algo otro. Se trata de la otredad de ese verso semilla. Quizá me alucino, pero no es para menos. La máquina escritural de Tisselli me ha volado la cabeza casi sin darme cuenta, porque comencé a leerlo ya con la experiencia previa de The Lazarus y mi expectativa era que caminaría por terrenos firmes. Pero no. Lo de Tisselli es otra cosa. Otra poesía. Lo otro de su poesía. Una poesía que se hace otra a sí misma asistida por la máquina creada por el propio poeta. Esto me hace pensar en la palabra inception, misma que el traductor de google me traduce como comienzo y de la cual Word Reference me ofrece todos estos sinónimos: iniciación, inicio, origen, principio, inauguración, arranque, nacimiento, causa, fuente.

Creo que El drama del lavaplatos es, sin duda, un comienzo, pero también una iniciación. El arranque de una poesía-mecanismo, una poesía-máquina-otra.

Leer a este libro de Tisselli provocó un efecto en mí al que sólo puedo referirme como un Corte de caja.

¿Puede, en efecto, una máquina, escribir poesía? Aquí, para mí, la respuesta. Después de todo sólo somos máquinas deseantes.







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